3. PAG 2. Apretando los dientes mientras usas tu ilusión.




Aquel fue el segundo error que cometió mi madre. Primero permitió que Guns N’ Roses entrase en mi vida y luego me dió rienda suelta para que escuchase y multiplicase mi colección musical a mi antojo. Con aquel cacharro en una bolsa de plástico me dijo que teníamos que comprar unos cedés porque no tenía sentido tener un reproductor sin nada que reproducir. No podía creer que estuviese teniendo tan buena suerte. Así que fuimos a El Corte Inglés de la Gran Vía y yo la llevé directamente a la sección de discos que tan bien conocía desde unas pocas semanas antes. Me dijo que cogiese dos porque ella iba a hacer lo propio pero a mí me dió un ataque de responsabilidad tremendo y aunque por momentos tuve en mis manos Slave to the Grind y Mother’s Milk devolví a la estantería el de Red Hot Chilli Peppers y le entregué a mi madre el de Skid Row. Me dijo que por qué no cogía dos y yo le dije que porque no había encontrado nada de mi agrado cuando en realidad lo que pensaba era que nos estábamos gastando un auténtico dineral en una tarde en cuestiones que quizá no fuesen necesarias. Ella sí que se cogió dos aunque no los recuerdo o he decidido olvidarlos.

Slave to the Grind fue una gran adquisición como primer cedé de mi historia. Tanto mi mejor amigo como yo les seguíamos la pista porque anunciaban el disco en televisión a menudo y porque se habían colado en el top 30 de radiofórmula vasca por excelencia, Euskadi Gaztea. En 1991 escuchar Euskadi Gaztea al menos en las horas que le dedicaban a su top 30 era una buena manera de acceder a nueva y buena música. Te ponían treinta canciones entre grupos vascos, españoles y extranjeros y por aquella época la clave era clarísimamente rock aunque también se colaban Whitney Houston o Mariah Carey de vez en cuando. A día de hoy es un producto infumable aunque tengo compañeros que trabajan ahí o intentan hacerlo.

El segundo disco de estudio de Skid Row era un disco potente de puro heavy metal evolucionado. Yo todavía no conocía su primer disco pero con perspectiva hay que reconocer que si en su primer disco jugaron sobre seguro intentando encajar en el sonido glam metal y sleaze rock de la época, con el segundo buscaron su camino propio sin miedo y con bastante integridad. Aunque no hay que olvidar que Slave to the Grind era un disco plagado de baladas. Grandes baladas y grandes composiciones en cualquier caso que aportaban el contrapunto comercial a un sonido potente y seco que tenía más de Judas Priest, Pantera y thrash metal que del hard rock festivo de su primera entrega.

Los trallazos eran incontestables. Carecían de piedad y estaban sobrados de energía y potencia. “Monkey Bussines”, “Living on a Chain Gang” o “Get the Fuck out” levantaban a cientos de muertos de sus tumbas. Por el contrario, su trilogía de baladas mojabragas, “In a Darkened Room”, “Wasted Time” y “Quicksand Jesus”, eran powerballads elegantes que jugaban con acierto con la garganta de Sebastian Bach. El disco no tiene un paso en falso y pese al posible desequilibrio que existía entre la idea principal que querían desarrollar Skid Row y las tres baladas, el disco no se resiente y logra un notable con holgura.

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