2. pag 2. Carretera comarcal hacia la tienda de discos



Pongámonos en situación. Aquella mañana mi mejor amigo y yo, también íbamos hechos un cromo. Supongo que él vestía una pantaloneta de cualquier color imaginable y una camisa de rayas azules sobre fondo blanco con un bolsillo en el pecho en el que llevaba las llaves de casa y el dinero para el autobús. Era el acompañante y por aquel entonces ir a acompañar a alguien a hacer compras no era sinónimo de hacer compras. Yo, probablemente, calzaba unas zapatillas blancas, calcetines azules con dos rayas amarillas, un bañador con bolsillos mitad fuxia mitad negro que usaba como pantalón corto y un niki fuxia casualmente a juego con el color del bañador. Cuando digo casualmente, quiero decir que igual no iba tan a juego como me gustaría recordar en este momento.

Quedamos en la parada del autobús de línea que recorría Arratia y que llegaba hasta el Teatro Arriaga en Bilbao. Yo me imagino metiéndole una brasa de cojones, contándole que Guns N’ Roses eran la hostia de heavys. A mí mejor amigo, nunca confundir con mi amigo por proximidad, no le llamaba demasiado la historia de Guns N’ Roses aunque supo apreciar su música.

Para que te hagas una idea, al igual que mi amigo por proximidad era el puto Terminator, mi mejor amigo fue Nirvana desde el maldito día en que le puse el clip de “Smell Like Teen Spirit” en mi casa a principios de 1992. Si yo era Su Ta Gar, como con Guns N’ Roses, él también era un poco STG, pero acababa siendo Exkixu. Esto último, ahora hace que esboce una sonrisa pero en su día me parecía incomprensible porque Exkixu me resultaron respetables hasta el día en el que me di cuenta que no eran heavys y si no eran heavys, no podían gustarnos. ¿Nirvana eran heavys? Para cuando los descubrí y los rechacé en primera instancia durante los primeros días de 1992 aquel discurso del todo es heavy había mutado y era más permisivo en algunos aspectos y más restrictivo en otros. En general, las diferencias entre mi mejor amigo y yo siempre seguían un esquema parecido. Yo era Negu Gorriak, él era Bizkar Hezurra. ¡Incluso el cabrón se compró el primer disco de Bizkar Hezurra en vinilo!

Volviendo al viaje, supongo que iríamos charlando sobre cualquier tontería y echándonos unas risas con cualquier estupidez que se nos ocurriese, que venían a ser muchas por minuto. Analizábamos la vida familiar del chófer sin conocerlo de nada, poníamos explicación a la repelencia física que nos daba casi cualquier persona que subiese en el autobús, debatíamos sobre el arranque de temporada del Athletic Club en función de si tal o cual jugador nos caía bien o mal… Lo dicho, estupideces. Aunque en realidad lo que hacíamos era anestesiarnos ante el pánico oculto que nos entraba cuanto más nos acercábamos a Bilbao.

Entre Lemoa y Bilbao hay un máximo de 20 kilómetros. Digo máximo porque el autobús de línea que sale de Zeanuri y llega a Bilbao se recorre todos los recovecos imaginables en busca de algún paciente viajero que quiera perder una parte de su vida viajando en un autobús público. El viaje debía llevar casi una hora. No escatimaba en paradas ni en vueltas sin sentido. Aún hoy, sigue sin hacerlo y la duración viene siendo la misma o incluso mayor.

2


Comentarios