PAG 4. NO ES OTRA...





Yo entré al instituto con escasos conocimientos en rock. Por una parte, tenía un primo mayor que había pasado por el mismo instituto, que fugazmente fue amante del heavy metal y el rock duro cuando yo era un maldito crío. Pero aprendí quienes eran Iron Maiden, Scorpions y AC/DC, entre otros. Heredé alguna cinta de Accept. Por mi parte, había indagado muy poco en el rock radical vasco. En casa mi madre nos había puesto esencialmente Pimpinela....

A bote pronto, diría que mi colección musical se limitaba a “Amets prefabrikatuak” de Hertzainak (grabada), Itoiz “Espaloian” (cinta original), La Polla Rercords “Salve” (cinta original), Tijuana In Blue “Sopla, Sopla” (grabada) y AC/DC “Back in black” por la a y Accept “Balls to the wall” por la b (grabada). Es posible que hubiese algo más pero o no lo recuerdo o prefiero no recordarlo.

A finales de la primavera del 91 asistí, de sopetón, al primer concierto al aire libre de mi vida. Afrontábamos la recta final de octavo de EGB y la peña de clase, los chicos, casi todos futbolistas del equipo del pueblo, quedamos para ir a fiestas del pueblo en el que estaba el instituto al que muchos aspirábamos a ir. Era un poco ir a lo tonto, quizá para hacernos los mayores, intentar beber algo de alcohol o comer unos regalices apoyados en alguna valla completamente avergonzados de existir.

La historia es que en fiestas de Igorre, en la plaza del pueblo, donde como era de esperar también había un frontón, tocaban nada más y nada menos que Su Ta Gar. Incomprenisblemente para mí, STG eran una institución que llevaba siglos arrasando en el panorama rockero vasco. Es sorprendente lo poco que me importaban según qué cosas. Simplemente había evaluado que el entusiasmo con el que hablaban de ellos quería decir que eran unos Accept de Euskal Herria. Sin que yo tuviese claro quienes eran ACCEPT.

Como ya he dicho, mi bagaje rockero era igual a cero. Quería tenerlo pero mi primo no fue como un hermano mayor en ese sentido. Algo me picaba dentro pero no podía saciarme porque no sabía cómo. Y STG fueron la chispa que encendió el fuego y la llama.

Llegamos a la plaza de Igorre y estaba a reventar. Mi impresión es que estábamos dentro de algo grande. Andar costaba lo suyo. Cada cinco centimetros había alguien levantando el puño y moviendo la cabeza. Bueno, esto último probablemente solo esté en mi cabeza porque supongo que en realidad en aquella plaza todo el mundo estaba muerto de vergüenza por existir salvo el propio grupo que, como me dirían unos cuantos años más tarde, el mayor activo que tenían por aquel entonces es que se creían su movida “más que nadie en el mundo”.

Así que en el escenario estaban las cuatro bestias de Eibar presentando las canciones de su primer disco, Jaiotze Basatia (1991). Yo calculo, siempre he sido malo haciéndolo pero no voy a avergonzarme por ello, que en la plaza había unos 500 jóvenes flipando en colores.

En 1991 la escena vasca empezaba a amanecer, florecer, renacer bajo un nuevo estadio. La supremacía del punk de los 80 se enfrentaba a su ocaso mientras que los 90 se presentaban como la oportunidad que el rock vasco necesitaba para renovar su fondo de armario. De 1990 era “Negu Gorriak”, el primer disco de Negu Gorriak. Todo un manifiesto de lo que iba a pasar.

4


Comentarios